María José Marco
Transcurridos (casi) setenta y cinco años desde aquel sueño de libertad, justicia y paz para toda la humanidad que tuvieron Eleanor Roosevelt, Pen-Chun Chang y Charles Malik, y que posteriormente dio lugar a la Carta Internacional de Derechos Humanos, éste sigue siendo un ideal común, que, pese a los logros cosechados, queda muy lejos de ser alcanzado.
La Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948, «como norma común de conducta para todos los pueblos y naciones», sigue siendo la inspiración y la base de toda ley internacional de derechos humanos, y sus principios universales de libertad, dignidad, igualdad, justicia y bien común continúan inspirando muchas luchas, con desigual resultado, por la defensa y protección de los derechos de todas las personas.
Evolución e involuciones en materia de derechos humanos, que, en palabras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Turk, nos sitúan hoy frente a «un preocupante retroceso en la reducción de los abusos contra los derechos, especialmente en lo que respecta a las cuestiones de género, la represión y el silenciamiento de las disidencias».
Más allá de ésta primera valoración del recientemente nombrado Alto Comisionado, el panorama de los derechos humanos en el mundo resulta inquietante, por cuanto se enfrenta a la superación de tres sucesos transformadores que tienen un impacto directo en los derechos humanos: los efectos de la pandemia, que incide, de manera especial, sobre la vulnerabilidad de tantos sectores de la sociedad o la inequidad en el acceso a las vacunas para garantizar el derecho a la salud; el impacto del cambio climático, por cuanto está suponiendo un aumento de las catástrofes naturales, que nuevamente afecta a las personas más empobrecidas del planeta; y la guerra en el corazón de Europa, con efectos globales y devastadores que ya se hacen notar en nuestros entornos más inmediatos.
Todo ello, sin olvidar las desigualdades y constantes violaciones de los derechos más esenciales que sigue padeciendo el continente africano, la regresión de las libertades básicas que sufre América Latina, con constantes ataques a la independencia judicial, a la libertad de prensa y a la sociedad civil, o los numerosos conflictos bélicos, que en ocasiones parecieran olvidados por la comunidad internacional, pero que continúan causando muertes, migraciones involuntarias, dolor y desolación, a millones de personas en todo el mundo.
Hablamos, en definitiva, de ausencia de derechos en muchas ocasiones incompatibles con la vida, o cuanto menos, con una vida digna relacionada con derechos fundamentales, como el acceso a la educación, a un empleo, a vivienda, alimentos, agua y saneamiento, pero también al derecho de todas las personas a ser escuchadas, porque estos derechos básicos solamente pueden ser protegidos y respetados si se conocen y se reivindican.
Frente a esta tarea común de revertir la perdida de derechos humanos, no caben tibiezas ni desánimos, es momento de hacer, de contribuir cada cual, según su posición y circunstancias, a aliviar el sufrimiento humano en todas sus formas, al tiempo que tratamos de contribuir a la construcción de mundo mejor.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Agenda 2030 y el Acuerdo de Paris deben seguir siendo la brújula y los planes maestros a seguir, con un objetivo claro, lograr sociedades libres, más justas e igualitarias.
Pero es una responsabilidad de todos: Administraciones, entidades públicas y privadas y sociedad civil, proteger y promover los derechos humanos que constituyen la base de nuestra humanidad compartida.
Desde Fundación por la Justicia, nos sumamos al lema «Dignidad, libertad y justicia para todos» que preside la campaña de un año de duración para promover y reconocer el 75º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos con el compromiso de seguir trabajando y aunando esfuerzos y voluntades en pro de los Derechos Humanos y la Justicia Social.
Tribuna en el Levante EMV
Opinión del Levante EMV